lunes, 12 de diciembre de 2011

RECUERDOS DE JESÚS, mi hermano (II)

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Amancio, mi padre, deja la pintura temporalmente porqque, perfeccionista como era, estando trabajando en su taller, en los bajos de la plaza del Carmen, como se le ocurriese cómo mejorar una luz, un volumen o cualquier detalle del último cuadro que estuviese pintando, se escapaba los tres tramos de escalera que lo separaban de casa y cogía paleta y pinceles, y daba una pincelada aquí, un brochazo allá, hasta quedar satisfecho. Esto no se lo podía permitir su estricta disciplina de trabajador con, ya, 5 hijos que alimentar , y, con hondo pesar, colgó por unos años su caja de óleos, aunque siempre tuvo a mano algún lienzo para volver a pintar.
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Toda esa gente (mencionada en la 1ª parte) se movía por nuestra humilde casa de la plaza del Carmen, bajo la mirada de la torre de Mangana.
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Pero había más gente importante. El secretario general de la Dirección General de Prensa, Manuel Camacho y de Ciria, que había sido Director General de Música con el ministro De la Cierva.
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Y Emilio Sánchez Pintado, hombre de López Rodó, de los "LOpus", el de los planes de desarrollo, al que en 1971 se le concedió la Encomienda con placa del Orden Imperial del Yugo y las Flechas -toma ya!- De Sánchez Pintado y su mujer tenemos los hermanos numerosas anécdotas, como el odio de su mujer, inglesa, hacia todo lo alemán desde que había sufrido los bombardeos de la 2ª guerra mundial. Y los objetos con los que obsequiaba a mi padre. Cuando muera Sánchez Pintado contaré alguna indiscreción política de los años 75 y posteriores.
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Y otra persona importantísima fue un conquense que trabajaba en Madrid, le recuerdo en el Readers Digest. Era David Ortega y su mujer Piluca. Y el doctor Felix Serrano Muñoz, eminente cirujano que trabajó muchos años en la clínica de la Concepción y abrió a mi padre la posibilidad de trabajar para muchos compañeros suyos de la medicina, aquí en Madrid.
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Amancio tenía una fuerte personalidad pero era muy tímido, por eso, cuando venía a Madrid a tomar medidas para hacer los muebles, comprar maderas en la calle Ponzano, pieles en Baranda, , en Atocha, lámparas en Argüelles, lámparas Caballero, telas en Tapicerías Serrano, barnices, pinturas... , siempre nos traía a uno de sus hijos, sobre todo a los tres mayores, sobre todo a mí.
Recuerdo que estábamos en casa de un profesor de Universidad, cuyo nombre lamento no recordar, el día en que asesinaron en la DGT a Enrique Ruano: el nerviosismo de la hija mayor de la casa, las llamadas por teléfono...
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Mi padre siempre fue un hombre de izquierdas que tuvo que esconder sus ideales mucho tiempo, porque la gente que podía pagar sus trabajos no era de nuestra cuerda precisamente. Recordaba con orgullo que vendía ejemplares de "Mundo Obrero" durante la guerra, que a él le pilló muy joven. Admiró a su hermano Camilo, que se fue voluntario con los comunistas y que se libró, al acabar la guerra, gracias a los oficios de un cura buen amigo de la familia. Y se hizo militar, bueno, músico militar.
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Volviendo a los amigos de Amancio, recordaré toda mi vida como Manuel Camacho y su mujer le propusieron a mi padre el que me dejasen con ellos -no tenían hijos- y que se encargarían de mi educación. Evidentemente mis padres no aceptaron tan generosa oferta ( ¡qué sería ahora de mí! )
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En el año 1962, unos días después de morir el abuelo Isidoro, su padre, le tocó un Renault Gordini a Magdalena, así siempre lo hemos dicho en casa: el coche le tocó a mi madre.
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El trabajo le iba estupendamente y llegó a tener en el taller a Ángel Velasco y Felix Melero como oficiales, a Santiago como ayudante y hasta 2 ó 3 aprendices.
Amancio siempre tuvo a gala ser el ebanista que mejor pagaba a sus operarios.
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Pero nos cambiamos a vivir al parque de San Julián, una vivienda nueva donde uno de los promotores era el poeta Federico Muelas. Los vecinos eran hombres de estudios, médicos, ingenieros, arquitectos, abogados, ingenieros... Mi padre había comprado además un ático que quería usar como estudio. Pero se enteró que no lo podía escriturar porque excedía el volumen aprobado en la construcción.
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Por supuesto que habló con los promotores, constructores, arquitecto, que era vecino, que trataron de convencerlo de que eso era normal, que todo estaba hablado con quien tuviese que ser.
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Pero Amancio no se dejó convencer y devolvió el estudio.
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A partir de ahí todo fueron zancadillas y trampas para hacernos la vida imposible. No éramos ni de su clase social ni de su secta, casi todos eran del Opus Dei. Así que en el año nos fuimos a la que sería su última casa, al parque de los Moralejos.
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Durante muchos años nosotros poníamos que vivíamos en el Edificio Júcar porque, mirad la fecha, no se le ocurrió al alcalde otra cosa que llamar a la calle Carrero Blanco. Menos mal que se le cambió por otra más adecuada, Fernando Zóbel. Pero antes de conseguir "expulsarnos" del Parque de San Julián, nº 4, 6º B, losgraron que mi padre "regalase", con hondo pesar de nuestros corazones, el mobiliario principal de la iglesia de san Francisco porque, otra vez el arquitecto del Opus y otros vecinos, habían regalado su proyecto a la iglesia y ahora le tocaba a mi padre materializarlo. Nunca mejor dicho lo de materializar porque había que regalar, no sólo el trabajo, sino también las maderas y el resto de materiales. Yo, está claro, no les tengo mucho cariño a estos vecinos del Parque.
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Mi padre ha conseguido la admiración y, lo que es más, la amistad de gentes de edades muy diversas. Adolfo G. de la Iglesia fue alumno mío allá por el año 76.
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En el año 80, Amancio, Magdalena, Rosa y yo hicimos un viaje, la ruta de los poetas la llamó. Se casaba mi prima Jesu en Córdoba y hacia allí fuimos, pero pasando por Alicante. La prisión donde murió Miquel Hernández y el cementerio, donde mi padre hizo su ofrenda. Y Orihuela. Luego a Granada, la finca de la Huerta de San Vicente, la calle Ángulo, donde habían vivido los Rosales y, por último Víznar y Alfácar, la fuente grande, donde Federico pasó sus últimas horas. ¡Cómo admiraba Amamcio a Miguel Hernández, pero más a Federico, porque siendo rico, había querido mejorar la vida de los humildes!.
En una ocasión, varios amigos hicieron una audición de "La casa de Bernarda Alba" . Alguno de ellos -yo sé bien quién fue- al acabar el último disco dijo: "Ahora entendemos mejor por qué matamos a ese cabrón". Mi padre no dijo palabra, pero se le quedó en el alma clavada la puta frase para siempre.
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Con Amancio hemos hecho, en nuestra casa del Parque de San Julián, miles de fotografías, aprendiendo las técnicas del revelado y del positivado hasta llegar a hacer fotografías de 2 x 2 metros en las madrugadas de los domingos para que la luz no velase los rollos de papel fotográfico.
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Y he añorado largos años las excursiones a Chillarón, a 11 Km. de Cuenca, cuando volvíamos Choni, Amancio hijo y yo con la cara negra de la carbonilla del tren. Íbamos andando y volvíamos en los vagones de 3ª. ¡Qué ricos estaban los bocadillos de escabeche que nos preparaba Magdalena!
Y a la Cueva del Fraile, a la Cueva de la Zarza, a los cerros para sacar fotografías de su querida Cuenca, desde todos los rincones y todas las horas.
Él fue el primero en hacer la foto del "Retablo conquense" desde el cerro que se ve la catedral, San Miguel y las callejuelas aledañas.
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Siempre buscaba mejorar lo realizado. Por eso repetía sus escritos aún después de publicados, puliendo el léxico, intentando ser más preciso.
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Como trabajador autónomo no tuvo, hasta bien tarde, Seguridad Social.
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Desde que, en el año 88, fue operado de corazón en el Hospital de La Princesa, guardó siempre una tremenda gratitud hacia la generosidad de todos los que aportan, con sus impuestos, los fondos necesarios paara que, hoy en día, todos tengamos acceso a una sanidad pública, gratuíta y de calidad.
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Era, la Seguridad Social, el milagro más grande jamás logrado.
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Le había gustado mucho la polémica, pero en sus últimos años, los que vivió como una prórroga, intentaba pacificar las discusiones, aunque fueran políticas, tema que le entusiasmaba desde que dejó de trabajar y pudo expresarse libremente.
(En una ocasión, Vicente, su amigo taxista con el que hemos hecho incontables viajes a Madrid, le dijo: "Ten cuidado, Amancio, que algunos que se llaman amigos tuyos no lo son tanto. He oído a Axxx y a Cxxx como hablaban mal de ti por ser de izquierdas".
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Así es Cuenca, la ciudad en la que vivió desde los 8 años y que nunca dejó de enamorarlo.
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Cuando en la fría y lluviosa tarde del 5 de noviembre, iba esparciendo virutas sobre su ataúd, pensaba en todo el mundo
que él fue capaz de abrirnos cuando éramos niños: la pintura - el día que nos enseñó El entierro del conde de Orgaz-, la literatura, ¿os acordáis de aquellas ediciones carísimas de diversos autores de Editorial Aguilar, con letra minúscula y ese papel tan fino que parecía que se rasgaría a cada instante?
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Y no faltaban en su discoteca obras de teatro, o poemas, o "Platero y yo" recitado por Rafael de Penagos.
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Y los domingos, que nos llevaba a su cama y nos ponía música clásica, y nos explicaba, como si fuese un cicerone, lo que se veía a través de la música.
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Éste es mi pequeño homenaje para Amancio, un hombre grande y humilde en el trato de los demás, que me enseñó la importancia el trabajo en el día a día.
También que el que quiere enseñar, debe estar dispuesto siempre a aprender. Y también me enseñó a apreciar y a respetar a los maestros, es decir a todos aquellos que te enseñan, mayores o chicos, pero a elegir a los maestros.
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Jesús Contreras Castellano
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noviembre de 2011
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Añado, a continuación, un enlace del Día de Cuenca, de amigos que también quisieron despedirse de él.
(páginas 14 y 15)
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domingo, 11 de diciembre de 2011

RECUERDOS DE JESÚS, mi hermano (I)

Y cerrarás mis ojos...
que yo no vea que me ves muerto.
No abras la ventana.
que el alba no perciba mi retirada.
Y no avises a mis amigos...
Déjalos creer... y pienses que sigo vivo.
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Poema de mi padre, AMANCIO CONTRERAS.
(6-6-1923 _ 5-11-2011)
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El 5 de noviembre de 2011, a mi padre le pusimos viruta sobre su ataúd.
El 24 de diciembre de 1955, a los pocos minutos de nacer, Amancio me bajó al taller y me bautizó con virutas de las maderas preciosas con las que estaba haciendo las andas de la virgen de las Angustias, ébano, caoba y palosanto.
Era un símbolo.
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De xiquet, a las orillas del Júcar valenciano, vio trabajar a un carpintero. Llegó a su casa, una casa aislada en un campo de naranjos del cual mi abuelo era el guarda, y anunció que él quería ser fuster. Siempre quiso ser carpintero pero su fuerza de voluntad, su fuerza de trabajador incansable y su sensibilidad, lo convirtieron en un ebanista y de los buenos. A Amancio, su oficio le había dado todo, entre otras, clientes que se hicieron amigos y que le guiaron por un mundo donde sus sencillos orígenes no le permitían soñar.
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Apenas fue unos meses a la escuela, pero recordaba con cariño a su maestro. Cuando se casó con Magdalena era ella quien le leía capítulos de El Quijote y le hacía parar y releer los fragmentos, otra vez, para quedárselos dentro.
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Pronto se encaminó hacia la pintura. Teníamos un vecino que estaba estudiando Bellas Artes, Víctor de la Vega, que luego fue catedrático de dibujo en el instituto Alfonso VIII de Cuenca. Víctor bajaba a casa a comer las lentejas o lo que mi madre hubiese puesto para los 4, 5 ó 6 de la casa, tan mal andaba de dinero el pobre. Y, entre cucharada y cucharada, desvelaba a mi padre un universo de mezclas de colores en su paleta de óleo. No fue el único. Mi hermana mayor (o sea, yo) los recuerda así:
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MIS AMIGOS PINTORES
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Mi relación con el arte viene de muy lejos, de cuando era niña.
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PEDRO MERCEDES (1921 - 2008)
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A Pedro lo he conocido desde siempre y destilaba una gran humanidad detrás de esos ojos claros, grandes, que parecían absorberlo todo.
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Pedro no ha sido un pintor a la usanza, era alfarero (nunca le ha gustado el término ceramista).
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Transformaba con sus manos el barro para crear cacharros inverosímiles, a los que arañaba para plasmar en ellos lienzos volumétricos. El rojo del barro con el negro de las imágenes. Mucho más tarde policromó sus obras.
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Muchos recuerdos tengo de él: el día que, de estudiante, le hice una entrevista (dónde estará!!!. Entregué el trabajo y no supe nunca más de él). Con toda la cordialidad y modestia respondió a mis preguntas y al final me regaló un torico, de barro, claro.
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Años más tarde me regaló una perdiz policromada, preciosa. Como me vio dubitativa ante el cacharro, se fue con mi padre a hablar para que yo eligiese lo que quisiese.
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Le entendí, no sé si bien o mal, que por esa pieza le habían dado un premio en París, y yo, que siempre he sido muy discreta, no quería que se desprendiese de esa obra.
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Me quedé sola requetemirando todo lo que tenía allí; le di la vuelta a todo. La perdiz en cuestión valía 14.000 pts, las otras piezas se le acercaban bastante, de 9 a 11.000. Y, liándome la mano a la cabeza, fui hacia donde estaban y le dije: Pedro, ya que has tenido el detalle de regalarme esta pieza, te la acepto.
Sonrió y me dijo: con esta perdiz , el día de mañana te podrás comprar un mercedes. Y me la dedicó con un rotulador negro: Para Choni con afecto para ti y a mi Señor amigo tu padre.
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No pienso desprenderme de ella en toda mi vida, lo supe en el momento que decidí quedármela; mi hijo después hará lo que quiera. (Años después las perdices monocromas las vendía por 350.000 pts.) Yo ya tengo mi MERCEDES.

http://www,pedromercedes.com/

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LORENZO GOÑI (1911 - 1991)
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Qué decir de este sordo genial!
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Goñi, le llamábamos así, visitaba nuestra casa, la casa de nuestros padres, con cierta frecuencia. Incluso tienen algún dibujo de él.
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Lo que más recuerdo es cuando un día, en plena "semanasanta" conquense nos llevó a mi padre y a mí a Arcas, a un concierto de música religiosa. Él conducía y en plena ignorancia, propia de la juventud temprana o de la niñez tardía, pensé que estaba loco. ¡Conducir e ir a escuchar un concierto estando sordo!
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Goñi tenía una sección fija en el ABC y tenía la oportunidad de ver sus dibujos en casa de una amiga.
En casa, ese periódico ni aparecía!

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ANTONIO SAURA (1930 - 1998)
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A él si lo recuerdo en casa familiar, y a sus tres hijas, guapísimas, en la plaza Mayor, pero es que el padre era muy atractivo, incluso con su cojera.
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De él, el recuerdo que tengo más nítido es cuando estuvimos en un pueblo, no recuerdo cual, viendo "Los cómicos del carro". Un hermano mío actuaba -(era yo, en el verano de 1979 y se refiere al pueblo de Villar de Olalla)- y me comentaba aspectos de la obra y de la puesta en escena.
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Los del grupo se lo montaron en plan medieval y recorrían los pueblos con un carro y actuaban, las noches de julio y agosto, en las plazas.

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GUSTAVO TORNER (1925)
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Gustavo junto con Pedro Mercedes son mis favoritos, por los recuerdos que tengo de ellos.
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Con Torner y mi padre estuve por primera vez en Madrid, cuando era una niña de 6 años. Recuerdo que llevaba un vestido azul claro, fruncido a la cintura, con un gran lazo y los bolsillos bordados con florecillas blancas.
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Nos invitó a comer en la terraza de un restaurante y comí vieiras!!!. Cómo me fascinaban sus conchas!. Creo que, desde entonces, he sentido la curiosidad por probar lo desconocido y atrayente. Torner me llamaba "mi profesora de piano" ya que por entonces iba a clases y... las teclas me venían grandísimas!
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Yo recuerdo más cosas de Torner. Es ingeniero y su obra lo demuestra. El cariño con el que trataba a mi padre, y a nosotros, se reflejaba en sus brillantes ojillos. El estudio, situado en una casa en la hoz del Júcar, me sobrecogía por la cantidad de objetos, raros para mí, que contenía. Su voz, suave y pausada... La última vez que lo vi paseábamos Amancio y yo. Preguntó: Y éste, ¿cual de tus hijos es?. Jesús - respondió , mi padre- Y me retuvo la mano en un intento de volver a los años de el Carmen y recordarme con 6 u 8 años, cuando eran frecuentes nuestros encuentros por la Cuenca vieja.

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FERNANDO ZÓBEL (1924 - 1984)
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La anécdota que recuerdo es la visita al museo de Arte Abstracto. Al ver a Zóbel, corrí al expositor de postales y cogí una "prestada" de una obra suya y se la di para que me la firmase. Ahora esa postal la tiene mi hermana, me la cogió ·prestada". ¿Ves como no se puede ser mala?
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Yo no lo recuerdo en casa de mis padres aunque ellos me aseguran que estuvo en muchas ocasiones.
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Una esposición suya en la Casa de Cultura, Agricultura la llamaba yo porque -decía- allí vamos a cultivarnos, con cuadros del Júcar. Con sus bocetos a lápiz y plumilla, sus notas sobre los tonos que él percibía a las distintas horas del día y sus pruebas de color, me enseñó el trabajo previo tan extraordinario que hay que hacer para plasmar en un lienzo la visión del artista. Aquella frase de que cualquiera puede hacer pintar abstracto, murió aquel día y en aquel lugar para mí.
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DIMITRI PERDIKIDIS (1922 - 19989)
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(No consigo pegar la foto de Dimitri en Blogger pese a tener la autorización de su hija, Denise)
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Bueno, pues Dimitri era un gigantón y entonces, para los hermanos, mucho más. A casa venían 2 gigantones, uno americano, Grochen le decíamos (vete a saber como se escribía), el otro griego, Dimitri.
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El americano nos traía chicles en barra. Nosotros conocíamos uno muy dulzón, de fresa, el May, que tenía en la envuelta una quiniela cultural que la chiquillería del barrio nos esforzábamos en contestar.
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Grochen nos los traía de color marroncillo claro, y verde. No fardábamos ni "na" delante de la chavalería!
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Dimitri era grande, grande..., para pasar de un lugar a otro tenía que agacharse cada vez que atravesaba una puerta (Grochen, también). Recuerdo a su mujer, que era psiquiatra y a sus dos hijos, niña y niño, mellizos que, aunque eran más jóvenes que nosotros, nos sacaban la cabeza.
Una noche llamaron a la puerta de la casa del parque y salí a abrir. ¡Me pegué un susto!. Eso que pones la vista para ver una persona, digamos de tamaño estandar, pero no!, mis ojos se quedaron a la altura de su pecho -del ombligo diría yo- y aunque subía y subía la vista, no encontraba el final de su cabeza.
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El chico se llamaba Leónidas; lo recuerdo por la película "Leónidas y los espartanos", De la hija no recuerdo el nombre- Denise. Leo es médico pediatra en Torrejón de Ardoz y Denise hace coreografías de danza, teatro y óperas.- Ya lo sé, lo de Denise, digo. Como no podía insertar la foto de Dimitri en Blogger, hoy tampoco, cuando publiqué esta entrada hace algún año, me metí en la página de Dimitri y lo comenté. Fue ella quien me contestó, muy amable, muy cariñosa. Recordaba muy bien a papá, a nosotros menos.
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En casa de mis padres hay, al menos, un par de cuadros de Dimitri. Éste es un retrato de Amancio en su taller, junto a la sierra, la máquina tan peligrosa que le segó alguna yema de los dedos.

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VÍCTOR DE LA VEGA (1928)
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La relación con Víctor de la Vega ha sido muy estrecha. Fuimos vecinos y más tarde, sobre los 10 u 11 años, o quizás antes, me daba clase de dibujo en su casa, junto a Arturo Forriol.
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En cierta ocasión me enseñó la imagen de un hombre sentado de frente y me dijo: dibújamelo de perfil.
No me salió tan mal!
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Sé, por mis padres que ahora no está bien de salud.
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No he encontrado en el Google ninguna imagen suya -yo sí- . He preferido poner este autorretrato que también me lo enviaste tú. Gracias.
Puedo asegurar que ha sido un hombre muy atractivo, alto, bien formado, al que la aparición, y mantenimiento, de las canas le han sentado muy bien.
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A mí, Víctor, me dio clases en el bachillerato. Era catedrático de dibujo en el instituto Alfonso VIII de Cuenca. Era muy serio pero más por aspecto que por condición. Casualidades de la vida, yo les di clase a sus dos hijos pequeños. Vitejo era su hijo mayor, algo más joven que yo. Su hija Guadi. Vitejo formó parte, también, de Los Cómicos del Carro, pintando el carro con figuras medievales que parecían salidas de la mano de su padre.
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La última vez que vi a Víctor fue en una jornada del triángulo manriqueño: Castillo de Campo Rus, donde hirieron al poeta Jorge Manrique, en 1479, Santa María del Campo Rus, donde murió y Uclés, donde fue enterrado como caballero de la Orden de Santiago. Víctor presentaba su políptico de Jorge Manrique. Iba, como siempre, acompañado por su extraordinaria mujer, Guadalupe Almagro.
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En esta ocasión he querido insertar el retrato que Víctor hizo a mi padre y que se conserva en la casa familiar.

Lo siento, no consigo pegar el enlace.
Está en la entrada original.
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ÓSCAR PINAR ( 1927)
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Muy cercano a mis padres.
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Los domingos, después del fútbol, se reunían en la casa de Pedro Mercedes y hablaban de arte y de pintura.
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Institucionalizaron otra tarde para verse y se añadió JULIAN PACHECO (1937 - 2000), tras su vuelta del exilio.
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Pero es algo que no puedo contar porque yo nunca estuve presente. Sí decir que conocí la obra de Pacheco en una exposición, en la Casa Zavala.
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Me impactó la crudeza de alguna de sus obras:

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Recuerdo las copias que, de los impresionistas franceses, pintó Óscar en el bar de La Martina. Le dejaron profunda huella esas pinceladas de Toulouse Lautrec y Monet, principalmente. Mi padre a Óscar, al que le tenía mucho cariño, le llamaba "el pillín". Una foto de Amancio sirvió para portada de catálogo de varias exposiciones de Óscar Pinar.

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SEGUNDO MANZANÉ (1930)
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¡Ya me olvidaba de él! Segundo tiene la carrera de Bellas Artes y fue director del Museo de Arte Moderno de La Segurada, de Alicante. También fue profesor de dibujo.
Hace siglos que no sé nada de él. De las últimas veces que lo vi fue en el taller de mi padre, subida en una altísima ventana, entonces más; sentada en una silla y posando para él.
Hizo un cuadro grande, muy grande -a lo mejor no era tan grande...- y yo, mi imagen, como protagonista.
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Dijo que el cuadro era para presentarlo a una exposición y que cuando terminase me lo regalaría. El caso es que nunca más supe del cuadro y, la verdad, a mi padre le dio vergüenza recordárselo. Recuerdo perfectamente el cuadro: Tú, con una enagua blanca, sentada en una silla junto al ventanal que daba a la torre de Mangana. No, ese cuadro me lo hizo papá; lo tengo yo. Manzané me retrató en el ventanal derecho del taller, desde el interior, donde estaban las prensas. Aquí:

Ese viejo edificio de la plaza del Carmen que fue convento, Escuela Normal de Magisterio, cuartel... y no sé cuántas cosas más antes de ser casa de vecinos, propiedad de Catalá, médico.
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Aquí se rodó El hermano bastardo de Dios, con la familia Rabal, casi, en pleno.
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Así que más de 10 días posando para nada, porque ni un caramelillo me dio. Vete a saber donde estará ahora el cuadro, si decorando una habitación, si en un museo o... acaso en un trastero arrinconado y olvidado.
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¡¡¡Segundo, dame mi cuadro!!!!
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Podría haber hecho una entrada sobre la historia y obras de estos pintores, no descarto hacerla algún día, pero he preferido hacerla así, ya sabes, son Maysonadas, mis experiencias, mi forma de ver la vida...
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Otro día hablaré de mi padre y de su constante empeño de superación y cómo nos inculcó el gusto por la música clásica, la pintura, la fotografía y la literatura.
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Como la entrada es muy larga, prefiero presentarla en dos partes. La 2ª es más íntima, más de piel, más de Jesús.
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El post de MIS AMIGOS PINTORES lo publiqué en 2008 en WLS, hoy wordpress, y tiempo después en Blogger.