Olga, mi hermana, lo llevó a casa de mis padres. Lo haabía encontrado debajo de un coche. Era chiquitín, chiquitín y parecía un ovillo de lana marrón, blanco, amarillo y negro.
Cuando notó que mi padre se acercaba al salón, lo deposito sobre un sofá y se alejó. Todos estábamos expectantes...
El perrillo, sabiendo quizás lo que se jugaba, empezó a dar volteretas. eso es lo que ganó, definitivamente, a mi padre. sonrió, lo cogió en sus manos y le dedicó unas cariñosas palabras al tiempo que lo acariciaba. En ese momento supimos que Pelitos compartiría nuestras vidas.
Era
- Anticlerical. Cada vez que veía a un cura con sotana, le seguía y le ladraba. Incluso ladró a Agustín González, en su papel de cura en El hermano bastardo de Dios. su voz sale en la película.
- Señorito. Esperaba, al pié del ascensor a que algún vecino lo subiera.
- Anárquico.Le gustaba ir a su aire. En época de celo de las perras, desaparecía algunos días. Siempre volvía, en ocasiones con heridas propiciadas por otros machos, seguramente con más envergadura que él.
- Fiel. Mi padre, los sábados por la mañana los dedicaba a resolver asuntos de bancos. Pelitos solía ir en su busca. No en pocas ocasiones, los empleados le decían que ya se había pasado el perro "preguntando" por él.
- Sucio. Cuanto más limpio lo teníamos más le agradaba revolcarse en lugares sucísimos. Llegaba a casa oliendo horriblemente.
- Cívico. Siempre cruzaba por los pasos de peatones.
¿Anécdotas?
Un montón.
En una ocasión, como tantas, llegó al taller de mi padre. Llamó su atención hasta el punto que mi padre se agachó a su lado. Pelitos depositó, con sumo mimo, un pajarillo vivo que había transportado en su boca.
Era un perro precioso, elegante, fino... pero tontucio. No tenía la chispa de Pelitos.
Ana, mi otra hermana, lo llevó a casa para llenar el hueco que había dejado el otro perrillo. Tenía su pedigrí, bueno, sus padres que eran campeones; pero un día el perro se escapó y cubrió a la madre. De esos amores locos nacería Canalla.
Vivió plácidamente en amor y compañía. Seguramente mis hermanos recordarán anécdotas . Yo poco más puedo decir.
Raúl llegó un día con un perrillo color canela, tan pequeño que cabía en un bolsillo. Lo dejó con el pretexto de volver a por él. Su idea era que mis padres se encontraran acompañados.
Mi madre protestó. Que si pelos por la casa, que si obligaciones diarias para sacarlo... Sea como fuere, PIRULO quedó en casa.
¡Éste si que era señorito! bueno, más que señorito, mahometano. No comía nada de cerdo, ni jamón. No es que le echasen jamón..., más bien las sobras. Los guisados de mi madre sí que le gustaban y el pienso.
Cuánto me quiso Pirulo. Pirulo, perro feo con corazón de azúcar.
El otro día me llamó mi madre. A Pirulo se le escapaba la vida. Estaba ya muy mal.
Mi hermano Raúl lo llevó al veterinario para que pusiese fin a su sufrimiento.
Si, como dice Juan Ramón Jiménez, hay un cielo para los burros donde a buen seguro estará retozando Platero, también habrá un paraíso para los perros donde Pelitos, Canalla y Pirulo jugarán entre nubes de colores.